Polyakov y sus 437 días en el cosmos

Curioso aniversario el que se celebra hoy. Mientras que este domingo alcanzamos el séptimo día recluidos en nuestras casas, este 22 de marzo se cumple el 25º aniversario donde el médico y cosmonauta soviético Valeri Polyakov alcanzara el récord de permanencia ininterrumpida en el espacio. Exactamente fueron 437 días en el interior de la ya desaparecida estación orbital rusa Mir y, que hasta la fecha, nadie le ha podido arrebatar este logro. 437 días, 17 horas, 58 minutos y 16 segundos que en 1995 le hicieron pasar a la Historia como el cosmonauta que más tiempo ha logrado estar en situación de ingravidez en un vuelo espacial continuado. Yo no lo habría pensado dos veces: Cambiaría sin dudarlo estos escasos siete días en los cuales estoy aburrido de ver a través de la ventana de mi habitación el enorme y monótono patio de luces y que no me deja ni tan siquiera divisar el horizonte, por sus más de cuatrocientos días contemplando la inmensidad del espacio, las estrellas y el que es nuestro único y verdadero hogar: la Tierra. Este es otro gran capítulo de la historia de la humanidad por su afán de descubrir qué se esconde más allá de nuestro pequeño planeta y otra página más escrita por los rusos desde que la Unión Soviética decidiera tomar el cielo por asalto y conquistar así el cosmos. Si te gustan los relatos de la exploración espacial, acomódate porque vamos a conocer más sobre el camarada Valeri Polyakov y su gran aventura.

Nació el 27 de abril de 1942 en la URSS. Graduado en 1959 donde realiza el doctorado de medicina en Moscú, especializándose en medicina astronáutica. Por aquella época, la Unión Soviética y los Estados Unidos de América ya estaban inmersos en una frenética carrera espacial y los soviéticos la iban encabezando. La URSS habían lanzado el primer satélite artificial, Sputnik; con el Sputnik 2 habían mandado al primer ser vivo al cosmos, la perrita Laika; pero fue en 1961 cuando el país de los soviets da un golpe en la mesa y Yuri Gagarin alcanza las estrellas siendo primer ser humano en viajar al espacio. Y aquí no acaban los éxitos soviéticos: en 1963 Valentina Tereshkova se convertiría en la primera mujer en orbitar nuestro planeta y en 1965 el cosmonauta Alexei Leonov realizaría el primer paseo espacial. Humillación tras humillación, EEUU no podía admitir más derrotas y en 1969 Neil Armstrong llevaba a la humanidad a pisar por primera vez un cuerpo celeste distinto a la Tierra. De una manera rápida se puede considerar que aquí concluye la carrera espacial y que Estados Unidos venció. Pero muchos “espaciotrastornados” consideramos que esto no es así y lo comparamos como cuando de pequeños estábamos en el patio del colegio jugando al fútbol y nuestro equipo iba ganando por cuatro goles a cero y a tan solo un par de minutos para que acabase el recreo, decían los del equipo rival: “Quien marque el último gol, gana”. Algunos estudios cifran que el gobierno norteamericano invirtió cerca de un 4,4% de su PIB, es decir, la NASA destinó más de 23.600 millones de dólares, lo que en la actualidad equivaldría a 131.750 millones de dólares. Moscú se había dado cuenta que la factura que había que pagar para llevar una misión tripulada a la luna era muy cara y un gasto innecesario (y más sabiendo que los americanos ya lo habían conseguido), así que prefirieron centrarse en otros campos de la exploración espacial y entendieron que para realizar sus investigaciones científicas no era necesario viajar hasta la luna. El programa espacial soviético siguió adelante y ahora la URSS se había propuesto estar presente de una manera permanente en el espacio y con ese plan consiguieron otro hito: la puesta en órbita alrededor de la Tierra de la primera estación espacial de la historia en 1971, Salyut 1 (que significa “Saludo” en español. Ojo que en adelante veréis que los nombres que se curraban los soviéticos estaban geniales).

¿Y dónde estaba nuestro camarada Valeri Polyakov? Es en 1972 cuando es seleccionado como cosmonauta a la edad de 30 años. Tras más de una década de duro entrenamiento en la Unión Soviética, le llega el momento de pertenecer a la que sería su primera misión espacial: La Soyuz TM-6. Es 29 de agosto de 1988 y nos encontramos en el cosmódromo de Baikonur. La misión de despegue estaba compuesta por tres tripulantes y era muy curiosa porque la formaban el comandante Vladimir Lyakhov, que solo había sido entrenado para volar en caso de misiones rescate, no había ningún ingeniero de vuelo. Luego tenemos a nuestro protagonista Valeri Polyakov, cuya misión principal era controlar el estado de salud de los cosmonautas que ya se encontraban en la estación espacial que iban a visitar y cerrando la tripulación estaba el primer cosmonauta afgano, Abdul Ahad Mohmand, que formaba parte del programa espacial Interkosmos (programa de misiones conjuntas con los países satélites de la URSS). Tanto para este último y como para Valeri sería su primer vuelo. Estos tres cosmonautas irían a bordo de la cápsula espacial Soyuz-TM en el imponente cohete Soyuz-U2 (cuya traducción al español es “Unión”). A las 04:23:11 (horario UTC) despegaría rumbo a la estación espacial soviética Mir. Ya nada podría detener el primer vuelo de Valeri Polyakov.

El destino se encontraba a más de 300 kilómetros de la superficie terrestre y no era otro que la recién construida estación espacial Mir y que fue lanzada a la órbita de nuestro planeta el 19 de febrero de 1986. La Mir fue la primera estación espacial de investigación en estar habitada de forma permanente, y la culminación del programa espacial soviético. ¿Y cuál era la traducción al castellano de Mir? significaba “Paz” y era una auténtica obra de arte de la ingeniería espacial, capaz de dar una vuelta completa la Tierra en menos de dos horas. Sirvió como laboratorio de pruebas para numerosos experimentos científicos y observaciones astronómicas. La Mir ha visto pasar a muchos cosmonautas y astronautas por su interior e incluso fue testigo del derrumbe del campo socialista. En los peores momentos de la URSS donde se produjo un fuerte recorte en el presupuesto del programa espacial soviético, esta llegó a permanecer vacía durante tres meses en 1989. También tiene la triste anécdota de recibir por primera vez en la historia a un ser humano que despega desde su país de origen y que tras permanecer en el espacio diez meses, al regresar a la Tierra este cosmonauta se encuentra que su país ya no existe. Había caído la URSS. Pero bueno, eso es otra historia más larga por lo tanto regresemos a la misión donde estaba embarcado Valeri. Tras el acoplamiento de la cápsula espacial Soyuz TM-6 a la estación espacial Mir, cuentan las malas lenguas que el cosmonauta afgano Mohamed al ver la grandeza del universo abrazó el Corán y entonó una plegaria. Creencias a parte, la misión fue un éxito para nuestro camarada Valeri Polyakov y su primer viaje duró 240 días, regresando a nuestro planeta a bordo de la Soyuz TM-7 el 27 de abril de 1989. La vuelta a la tierra fue amarga porque, junto con su compañero cosmonauta Serguéi Krikaliov, serían ellos dos quienes dejaron vacía la MIR.

8 de enero de 1994. Han transcurrido prácticamente 4 años desde la desaparición de la Unión Soviética. Nos situamos de nuevo en cosmódromo de Baikonur. El despegue del cohete Soyuz-U2 está programado para la 10:05:34 UTC. De nuevo otra misión integrada por tres cosmonautas: Viktor Afanasyev, Yury Usachov y nuestro protagonista Valeri Polyakov. Este sería su segundo vuelo y ya estaba dispuesto a escribir su nombre en los libros de historia. Antes de acceder a la torre de lanzamiento para introducirse en la cápsula Soyuz, los tres cumplen con la tradición de aguardar un momento para detenerse y orinar en el neumático trasero derecho del vehículo que les lleva hasta el cohete. ¿El motivo? El 12 de abril de 1961 un joven cosmonauta de 27 años trataba de convencer al conductor para que parara en el arcén. Lo convenció y nada más detenerse, el joven se bajó del bus y comenzó a orinar en la rueda trasera derecha. Ese muchacho era Yuri Gagarin. Una tradición sagrada que aquellos supersticiosos cosmonautas soviéticos cumplían a rajatabla. A la hora prevista, los motores del Soyuz rugieron y elevaron consigo hasta el cosmos sus más de 34 metros de altura, 3 metros de diámetro y sus 300 toneladas de peso. De nuevo rumbo a la estación espacial MIR. A bordo los tres cosmonautas que formaban la misión Soyuz TM-18. Se acoplaron a la MIR el 10 de enero. Para Polyakov, la Mir fue algo más que una estación orbital, fue su hogar en el espacio durante 14 meses y medio ininterrumpidos. Durante su estancia dio más de 7.000 vueltas a nuestro planeta (distancia equivalente a 402.250 millones de kilómetros). Tras estas cifras increíbles, volvió a la Tierra a bordo de la Soyuz TM-20 el 22 de marzo de 1995. Su cápsula aterrizó en Kazajstán y fue él mismo quien caminó hacia una la silla que tienen preparada tradicionalmente el equipo de rescate. Se permitió un pequeño capricho y le robó un cigarro a uno de los miembros que lo estaban esperando y bebió un pequeño trago de brandy. Su récord sigue en pie, y es poco probable que se rompa hasta que el hombre se aventure a Marte. Según se informa, su primera declaración en la Tierra fue decirle a un compañero cosmonauta: «Podemos volar a Marte». Este vuelo demostró que los seres humanos están físicamente capacitados para misiones de larga duración. Polyakov se ofreció voluntariamente para investigar en carne propia como es pasar un largo tiempo en el espacio y aprender cómo el cuerpo humano respondería a la microgravedad. También se sometió voluntariamente a diversas evaluaciones médicas antes, durante y después del vuelo.

Entre sus logros se encuentran: Héroe por la Unión Soviética y la Federación Rusa, Orden de Lenin, Medalla «por el mérito en la exploración espacial», Orden de Parasat (Kazajstán), Oficial de la Legión de Honor (Francia), Héroe de la República de Afganistán y Orden «El Sol de la Libertad» (Afganistán). En 1999 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, junto a los astronautas Pedro Duque (actual Ministro de Ciencia e Innovación de España), John Glenn y Chiaki Mukai por la exploración pacífica del espacio.

Ya en el año 2001 fue entrevistado por el diario ‘El Mundo’. A la pregunta del periodista de qué significado tenía para él, para su vida y para su carrera profesional este largo periodo en el espacio a bordo de la Mir, contestó: “De vez en cuando me da por divagar filosóficamente sobre este tema y llego a la conclusión de que aquel periodo marcó el punto álgido de mi felicidad profesional. Una experiencia de la que se deduce algo muy importante: el hecho de haber conservado mi salud y mis capacidades motrices en situación de ingravidez durante tanto tiempo demostró la posibilidad médico-biológica de lanzar un vuelo tripulado a Marte. De este proyecto nos separan 20 años. Pero como podemos ver, el tiempo pasa sin darnos cuenta. Nosotros los rusos hemos dado argumentos suficientes en el siglo XX para pensar que este vuelo es a priori realizable. Todo ello hace que me embargue una profunda satisfacción moral y profesional”. El redactor también le preguntó cómo ha afectado el fin de la URSS a la industria espacial rusa a lo cual él respondió: “De la peor manera posible, ya que la perestroika se dirigió por un camino erróneo y, tras una sucesión de errores, devino el caos político y económico. Además de a la cosmonáutica, la crisis afectó a los ámbitos humanitario, educativo, sanitario, y científico”.