Misión Apolo-Soyuz y el final de la Carrera Espacial

¿Qué pudo unir en 1975 a dos superpotencias enfrentadas entre sí como eran la Unión Soviética y Estados Unidos en plena Guerra Fría?
Corría el año 1972 y tanto la URSS como EEUU se dieron cuenta que tenían tantas armas nucleares en su poder que ambos eran capaces de hacer estallar el planeta en pedazos si decidían ir a una encarnizada batalla nuclear. Por ello, en 1972, establecieron un acuerdo de no proliferación de armas nucleares entre los dos países. El pacto alcanzado entre Nixon y Brezhnev no solo abarcaba esta distensión nuclear, también firmaron un acuerdo de colaboración espacial, la que sería conocida como la misión Apolo-Soyuz.

En 1973 la misión se presentó oficialmente al público convirtiéndose así en la primera misión espacial internacional. La Nasa y Roscosmos comenzaron a trabajar conjuntamente en una tarea muy compleja: Que despegaran dos naves espaciales totalmente distintas desde diferentes países, cada una de ellas con sus distintos mecanismos, sistemas de navegación y tripulaciones y fueran capaces de encontrarse, unirse e intercambiarse de módulos tanto astronautas como cosmonautas en el espacio orbitando nuestro planeta situándose a una distancia sobre la superficie terrestre de 229 km. La colaboración entre ambas agencias espaciales trajo de cabeza tanto al KGB como a la CIA por el temor de que se filtraran sus secretos tecnológicos que durante tanto tiempo habían estado guardando celosamente.

En contraste con estos recelos y suspicacias, se encontraba el buen ambiente y sintonía entre los miembros de las diferentes tripulaciones. Por el lado soviético teníamos a los cosmonautas Aleksei Leonov y Valeri Kubasov y en la tripulación estadounidense estaban Thomas Stafford, Vance Brand y Donald Slayton. Estuvieron dos años entrenando conjuntamente. Los americanos visitaron la URSS, conocieron a los familiares de los cosmonautas soviéticos, convivieron con ellos y realizaron todas las actividades típicas del país de los soviets. Incluso se convertirían en los primeros americanos que visitaban el cosmódromo de Baikonur (lugar de lanzamiento de la nave Soyuz). También ocurriría lo mismo con los cosmonautas que viajaron a Estados Unidos. Allí se empaparon de las costumbres americanas, de las típicas barbacoas, jugaron al rugby y donde también visitaron la Nasa. Las dos tripulaciones aprendieron tanto el ruso como el inglés para poder comunicarse entre sí de una manera fluida y estrecharon unos fuertes y bonitos lazos de amistad.
Mientras astronautas y cosmonautas entrenaban de manera incesante, los equipos de ingenieros de la Nasa y Roscosmos trabajaron duramente para solucionar los problemas del acoplamiento entre las dos naves. La presión era enorme y la prensa, ya no solo la americana y la soviética, también la internacional, tenían sus ojos puestos en este enorme reto. Los gobiernos decidieron no interferir en el trabajo de las agencias y ambas no dudaron en intercambiar abundante información y métodos de trabajo.

Es 15 de julio de 1975 y la cuenta atrás ha comenzado. Más de dos mil periodistas acreditados en Cabo Cañaveral serían testigos del inicio de la primera misión espacial internacional. A las 17:20 horas la nave Soyuz despegaría desde Baikonur con sus dos cosmonautas a bordo. Por otro lado, siete horas más tarde, el cohete Saturno 1B, con sus más de 15 toneladas, despegaría llevando al espacio la nave Apolo. El desafío había empezado: dos naves espaciales que habían partido desde lugares diferentes, tenían que encontrar una órbita común, hacer una maniobra de aproximación y finalmente acoplarse. Durante 44 horas Apolo persiguió a Soyuz a 20.000 km/h y el 17 de julio a las 16:08 horas lo consiguieron. Por primera vez en la historia dos naves espaciales de dos países con sistemas completamente antagónicos (comunistas y capitalistas) se entrelazaban y conseguían cumplir un objetivo común. A las 19:16 horas, el astronauta Stafford abrió la escotilla y se produjo el ansiado apretón de manos entre la Unión Soviética y Estados Unidos de América.
Esta exitosa unión trajo el final de la carrera espacial y el comienzo de una nueva era de colaboración espacial que traería grandes logros y progresos para toda la humanidad. La misión Apolo-Soyuz supuso el respeto entre dos países y más concretamente entre dos equipos de trabajo que pese a sus diferencias, estableció una relación entre personas que se podían entender técnica e intelectualmente y con un objetivo común.